jueves, 14 de marzo de 2013

Spe Salvi


No te entiendo, no me sale, me confundo
No te escucho, mi Señor, dame paciencia
Cauteriza el corazón que drena inmundo
Mortifica, con tu amor, mi inteligencia

¿Qué depara? ¿Dónde espero La Venida?
Tambalea el universo abajo mío
Yo no veo primaveras florecidas
Solo invierno, mi Señor, invierno frío.

Dame amor y solo amor, en el ocaso
Que temiendo yo te espero y me consumo
Dame amor y solo amor, que estoy de paso
Dame amor y solo amor, el resto es humo.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Apuntes sobre el asombro (II)

La redondez de nuestras orejas no solo es tan magnífica como la angulosidad de la de los elfos, sino hermosamente superior. Un árbol parlante puede resultar monstruoso solo si uno está lo suficientemente acostumbrado a verlo callar. Si durante siglos todos los bosques cantaran a coro, lo sorprendente sería encontrar un árbol mudo, si las montañas bailaran desde la eternidad, lo admirable sería encontrar una tozudamente quieta. El asombro procede de lo común, a diferencia de lo que ordinariamente se cree.

martes, 30 de octubre de 2012

De aquellos polvos, estos lodos.

Les enseñaron que la moral era relativa y el sexo libre, que no existe la verdad y que Dios es un invento. Hoy, sin retractarse, reflexionan sobre el aumento de la promiscuidad, los suicidios, la corrupción y la falta de sentido en la juventud. ¿Qué hicimos mal como sociedad? -se pregunta el periodista argentino- Todo, imbécil, todo.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Apuntes sobre el asombro

En un ejercicio honesto de realismo, no se puede amar a una verdad sin amar a la verdad toda. La inteligencia honesta se desliza hacia Dios desde todos los ángulos (como cayendo desde un gigante embudo) aun no reconociéndolo como tal, pues el estado primero y natural de la inteligencia es pasivo. Todo realismo es, de alguna manera, misticismo. Así los filósofos paganos al descubrirse inmersos en el asombro, adoraban a Dios sin ser del todo conscientes de ello.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Volver

Hace cuatro años cree un blog con el fin de contar, a algún improbable alma transeúnte, el cotidiano agradecimiento que este mal servidor sentía por haber descubierto, gratuitamente, el sentido de la existencia. Hoy, habiendo pasado harta agua bajo el puente desde entonces, espero poder cumplir con aquel humilde propósito, esperando no tener que esperar cuatro años más para la próxima entrada. Bienvenido sea usted, lector inexistente, a este desempolvado blog desierto.

miércoles, 29 de octubre de 2008

G.K

Cuando tenía 17 años leí mi primer libro, un policial extrañísimo. Nunca antes había leído nada, ni revistas, ni manuales, ni diarios.

Ese pequeño librito me inició en el hábito de la lectura y dejó revoloteando en mi juvenil cabeza tres ideas más o menos disparatadas: Ser católico, ser Cura y, eventualmente, ser detective.

Tengo que confesar que nunca llegué a ser sacerdote, y en mis búsquedas personales –que tenían algo de detectivescas- terminé por ser católico.

Claro, en ese entonces yo no sabía que el autor de aquel librillo se convertiría en mi autor favorito. Quizás mi hermano, que fue el que me prestó el libro, supiera exactamente quién era autor y qué influencia tendría en mi vida.
De cualquier forma, fue una buena manera de conocer a Chesterton, y al Padre Brown.