Ese pequeño librito me inició en el hábito de la lectura y dejó revoloteando en mi juvenil cabeza tres ideas más o menos disparatadas: Ser católico, ser Cura y, eventualmente, ser detective.
Tengo que confesar que nunca llegué a ser sacerdote, y en mis búsquedas personales –que tenían algo de detectivescas- terminé por ser católico.
Claro, en ese entonces yo no sabía que el autor de aquel librillo se convertiría en mi autor favorito. Quizás mi hermano, que fue el que me prestó el libro, supiera exactamente quién era autor y qué influencia tendría en mi vida.
De cualquier forma, fue una buena manera de conocer a Chesterton, y al Padre Brown.

3 comentarios:
Moro: anímate a escribir, sería muy bueno. Cordiales saludos. Jerónimo.
¡Piedra libre!
Muy lindo comienzo.
Reservame una butaca.
Ah, perdón, perdon, ¡¿2008?!
Sí, entonces concuerdo con el comentarista Jerónimo.
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