lunes, 17 de diciembre de 2012

Apuntes sobre el asombro (II)

La redondez de nuestras orejas no solo es tan magnífica como la angulosidad de la de los elfos, sino hermosamente superior. Un árbol parlante puede resultar monstruoso solo si uno está lo suficientemente acostumbrado a verlo callar. Si durante siglos todos los bosques cantaran a coro, lo sorprendente sería encontrar un árbol mudo, si las montañas bailaran desde la eternidad, lo admirable sería encontrar una tozudamente quieta. El asombro procede de lo común, a diferencia de lo que ordinariamente se cree.